El pasado 24 de abril, el INEGI publicó las cifras oficiales del Producto Interno Bruto (PIB) correspondientes al primer trimestre de 2019, en donde se observó un retroceso trimestral del 0.2% y un crecimiento anual del 0.1%, pero, ¿qué tan bueno son estos datos? Sin duda, son cifras preocupantes. El sector secundario, que representa cerca del 30% del PIB, se vio perjudicado con una contracción del 2.1%, el mayor retroceso observado desde 2009 (cuando fue negativo por la crisis). El lastre de este sector fue resultado, principalmente, del sector minero con -7.6%, y de Construcción con -2.7%, la mayor caída desde 2009. Las industrias manufactureras sorprendieron, pues registraron su primera caída anual luego de mantener 22 meses con tasas de crecimiento positivas. El sector terciario, que representa en promedio más del 60% del PIB, incrementó 1.0%, el menor crecimiento registrado desde 2010.
Organismos internacionales y nacionales han recortado las perspectivas de crecimiento para 2019, por ejemplo: la OCDE de 2.0% a 1.6%, el FMI de 2.1% a 1.6%, el Banco Mundial de 2.0% a 1.7%, entre otros. Hace unos días, Banxico se sumó al recorte en el pronóstico de crecimiento para 2019, al pasar de un rango de 1.1%-2.1% a 0.8%-1.8% debido al desempeño de la economía durante el primer trimestre. En la encuesta de expectativas de especialistas para el mes de mayo, por parte de Banco de México, señalan que las expectativas del PIB para el cierre del 2019 disminuyeron en relación con la encueta de abril al pasar de 1.50% a 1.35%.
La inversión fija bruta, que muestra cómo el nuevo valor agregado bruto se invierte en la economía, mostró una caída anual del 5.9% para el mes de marzo, debido al descenso en la maquinaria y equipo nacional e importada con -14.6% y -7.3%, respectivamente; también se observa que el equipo de transporte nacional presentó retroceso, y la construcción continúa a la baja. La tendencia parece indicar que continuará con un comportamiento a la baja, ante la caída en la mayoría de sus componentes y el panorama de incertidumbre que hay hasta el momento.
La inflación en mayo, registró una tasa anual de 4.28%, ligera disminución a la vista en abril. Parece ser que la subyacente (no incluye los precios de los bienes y servicios que representan mayor volatilidad como bienes agropecuarios y energéticos) se ha logrado estabilizar con 3.77% y la no subyacente se ubicó en 5.78% ante el aumento en frutas y verduras con 11.26% y energéticos con 6.51%.
En abril, la Tasa de Desocupación (TD) representó el 3.5% de la PEA, 0.1 punto porcentual menos al registrado el mes pasado. La tasa de informalidad representó el 28.2%, proporción superior a la registrada en el mismo mes de 2018 con 27.7%. Por sexo, la TD en hombres fue de 3.4%, tasa menor a la del mes previo, y en mujeres descendió 0.1 puntos porcentuales al pasar de 3.7% a 3.6%.
Hay un sinfín de condiciones internas y externas que perjudican a los indicadores, como la debilidad en el mercado interno, la confianza en el mercado, los factores coyunturales de políticas económicas y monetarias de otros países, la volatilidad financiera, el precio del petróleo, la política monetaria, las tasas de interés externas, la política de gasto público, y hasta las condiciones de política en el país, entre otras. El problema no radica en quién tiene los datos correctos, la preocupación, sin duda es, ¿qué se está haciendo para generar un panorama de certidumbre ante los inversores?, ¿se está viendo el impacto que pueden tener las políticas públicas llevadas hasta el momento por el actual gobierno?, ¿qué propuestas hay ante los factores que podrían obstaculizar el crecimiento económico en los próximos meses?
Los indicadores no mienten, no basta en tener solo “buenas intenciones”, es momento de fortalecer el mercado interno, buscar alternativas para cubrirse de factores externos y buscar acciones que promuevan certeza y confianza en los mercados. ¡Es momento de preocuparse!
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